Sin rastro

Está obsesionado con el caminar de los que pasean por su calle. Por la acera de enfrente ni los mira. La miopía se lo impide y la flojera le presta la silla inclinada. A dos patas sobre la pared mugrienta. El casero no arregla. El tampoco paga. Le van a echar de una patada. Algún día llegaran con cascos y pelotas de goma. Mientras sigue obsesionado con el caminar de los que pasean por su calle. Las señoras le atraen, todas, mejores las maduras y grandotas, jaquetonas las llama, pero le gustan todas. Le gustan como andan, como encienden los cigarrillos y se paran. Y vuelven a caminar. No tiene imaginación alguna, las mira con el realismo de sus cristales profundos. Las goza con la mirada tal y como son. No les habla, solo las mira con las gafas empañadas. Hace calor. A los caballeros tampoco les quita el ojo pero le pierde su imaginación en descifrar historia pasadas, ¿a dónde van? ¿Persiguen a alguna dama? ¿Vienen de su primer día de trabajo? ¿ascenso rápido por comisión cobrada? Les encanta seguirlos con la mirada. Le entretienen, le calman, su cabeza puede pensar sin chocarse con nada, vuela libre a las peleas de oficinas, a las luchas por la sala de juntas más apoltronada, por la subida de sueldos, por gozar del poder que de sus bolsillos emana. Ellos le entretienen, ellas le matan. Sólo con su mirada.


Se levantó el husillo de la calle de forma brusca, el más alejado de la zona de bares, se levantó y volvió a caer cerca del agujero que dejaba. No pasaba nadie, nadie veía nada. Nadie sabía que dos manos salían del suelo. Subterráneo personaje. Y lo hacía riendo, y hablando con quien le acompañaba. Ya está la barriga fuera, rodando y alargando la mano. El que le sigue lo tiene más fácil. Estirón y para fuera. Bocanada de aire para los pulmones, abrirlos y llenarlos de aire fresco. Quince años cavando. Estamos fuera. Vida nueva cuando lleguemos al barco. Pesca de gambas en el Atlántico. Vida nueva. Sin rastro. ¡No! mira al final de la calle, junto al naranjo. Un último trabajo, una última pista que eliminar. Sin riesgos, que estos cegatos lo huelen todo. Sin rastro.

12 comentarios:

La gata Roma dijo...

Gran ejercicio mirar a la gente y crearles vidas, leí algo de eso últimamente en otro personaje. Por otra parte, las Tortugas Ninja hicieron que siempre ya pensara que podía haber vida en las cloacas… cosas de la infancia y la neurosis, caoticidades de las mías, ya sabes.
Kisses y me alegro de volver a leerte.

lisebe dijo...

Esto me recuerda un libro que leí hace tiempo se llama El relicario, y trata de como hay gente viviendo en el subsuelo del gran Nueva York, posteriormente hicieron una película, pero ni que decir con el libro, y sí a veces bajo tierra hay vida, y vidas, historias más allá a veces de la lucidez y otras bien escondidas que no quieren salir a la luz prefieren la oscuridad en todo su amplio sentido.

Muy bueno, tu relato como siempre Antonio, siempre te deja el regustillo, de saber más....

Un besazo

panterablanca dijo...

Me encanta como escribes. Yo también me fijo mucho en cómo se mueve la gente. La cosa empezó en una época de mi vida en la que fui profesora de danza. Supongo que eso era deformación profesional.
Besos voraces.

Zapateiro dijo...

Me alegra leerte, espero que el respiro tomado te haya sentado bien.

Todos tenemos tantas historias detrás, propias, de familiares y extraños, que ¿cómo no va a haber vida bajo tierra? ¡mira Sevilla cuánta vida tiene bajo sus calles! vidas sin rastro y vidas con rastro, pero vidas al fin y al cabo.

Un saludo Antonio.

el aguaó dijo...

A veces ese gesto, esa mirada, esa acción revelan algo más. Algún curioso detalle que desprende secretos de lo íntimo y que nuestra imaginación goza de aplaudir y reproducir. De crear y alargar en un mundo irreal de lo real. Es como si miraras un cuadro de Hopper y contemplaras esos personajes silentes.

Y si salieron de abajo, como nuestra querida Gata, me recuerdan a las Tortugas Ninja, aunque desde que vi el Oro de Moscú, me recuerdan al desaparecido Juan de la Rosa, el Pulga del Dúo Sacapuntas.

Un abrazo amigo.

pati dijo...

Tengo que continuar leyéndote más abajo para seguir un poco la dinámica de tu blog, Antonio. Creo que sin eso, no voy a poder entender muchas de tus entradas.

En todo caso, es un relato magnífico.
Enhorabuena :)

Disfruta del verano. Nos vemos.

Besos :)

Antonio dijo...

Manijera de los tejados inevitable que tendamos a crear personajes reales o imaginarios, idolatrados o repudiados, son nuestras extensiones, de eso no cabe duda. Y desde luego pueden ser mutantes y verdes. La alegría es recíproca.

Pensadora l., me aportas un nuevo camino, una nueva vía... subterránea. Gracias.

Pantera de las nieves que difícil disciplina, de interpretar y sobretodo de absorber y comprender, y es que flotáis... mis personajes son más plumbeos, más costosos al andar. Me encanta que te pases por aquí.

Zapaterita sigo buscando pero hay que ir soltando, como las ollas a presión... y algunas de esas vidas de la Sevilla oculta tienen metros de tierra, mejor dejarlas ahí, ¿no? y poder seguir soñando.
Gracias por pasarte.

Hombre del cántaro camino pictórico que me enseñas, ¡¡que silencio en sus miradas!! otra vía intravenosa para que trote la belleza. Un abrazo.

sin par Pati me ruborizo sólo de pensar que alguien con un blog preñado de sensibilidad como el tuyo quiera conocer algo del mio. En general son historias suelta, algunas con personajes comunes, entorno a mis mundos. O eso creo. También podrás leer apuntes o cuentos relacionados con mi ciudad y cosas que me hacen soñar, mi costurero de penas...

Reyes dijo...

También suelo ser muy de observar a la gente, por aquello de pasar desapercibida, que entre otras cosas, te ofrece la gran oportunidad de ver el mundo pasar sin que nadie se percate de que lo haces.
Y ya lo creo que hay vida por debajo de tierra, que se lo pregunten a Paco "el pocero".
Mi más sincero abrazo, un relato fabuloso.

Joana dijo...

Un gran ejercicio imaginar de donde vienen a donde van todos los que pasan por delante de nuestros ojos. Todo el mundo tiene una historia detrás, unas más emocionantes que otras, pero algo hay. Y tanto que hay vida en el subsuelo, hay más vida de la que nos podemos imaginar, la cantidad de gente que a diario se pasea por debajo de nosotros.

Juan Duque Oliva dijo...

Se puede imaginar que estamos cavando desde el primer momento, pero también que no vamos a cavar nosotros, ya nos dará igual quien lo haga.

Como siempre es un delirio leerte abres tantas ventanas del caserón, tanto el pasaje y tanta luz.

Besos Antonio

Verdial dijo...

Es la primera vez que entro en tu blog y me he quedao con la boquita abierta.

Me ha encantado tu forma de escribir.

Saludos

Antonio dijo...

Rastreadora de huellas en las arenas doradas... hay mucha vida hay abajo pero me quedo con la que le da las claritas del día. Y algunos es mejor que no salgan, que con los de arriba ya tenemos bastante. Seguimos.

Joana hay tantas historias como paseos das en tu blog, ¡qué sitios más maravillosos pateas!

Luminoso amigo más que cavar me gusta caminar en estos caminos por lo que la sangre circula a más de mil: la vida

Verdial, bien hallada, es tu morada, el Callejón es para sentarse un ratito a leer o a ensoñarse. Nos leemos

Antonio