La extraña estrella. Y otros cuentos circundantes.

Las hojas del Alamillo han puesto color de bosque mediterráneo a una semana que termina. Y es la primera sin tenerte. Cada momento que ha pasado y los que vendrán me dejarán siempre la duda de lo que hubieras hecho en mi lugar. ¡Joder! Esta reducción al absurdo sin tiza suficiente para seguir desarrollando la ecuación. Y esta misma mañana ya has venido a ayudarme sin que te lo pidiera. 

No hace tanto frío como para no poder asomarme fuera. Y miro y observo. Busco lo que me contaron que un día ocurriría si pasaba lo que pasó. Busco ser testigo de aquello a lo que no tendría alcance de natural al no ser uno de los vuestros, al menos, con papeles. Le tenía demasiado respeto, no miedo, porque aprendiendo contigo, las matemáticas nunca eran el enemigo. Me enseñaste que eran el mejor aliado con el que entrar en cualquier batalla, como la lógica, como la filosofía, como la música, como el arte, como la ciencia... como la vida. Por no hablar de cocina, humor y la proporción aurea...

Pero volvamos...

Leí, sin echarle mucha cuenta al cuento, que sólo los propios matemáticos pueden ver la señal esa que ahora buscaba entre las luces de la ciudad. Y me subí a la azotea para tener una mejor visión. Y negando ya mi fortuna iba a batirme en retirada pero recordé que había una excepción ampliable a cualquiera que de una u otra forma hubiera recibido alguna vez parte de sus enseñanzas...de haber sido un buen matemático bueno dedicado a enseñar a querer lo que se enseña...y allí estaba la estrella con una forma única, infinita y poderosa, entre las otras. Una extraña estrella con forma de π.

Que en una noche cualquiera podréis verla fija en el cielo pero en las noches de luna llena se ubica en el redondel trazando mágicamente la recta de Euler dentro de un imaginario triángulo.

A mi padre.

No hay comentarios: